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Obras de Yorik R. Piña Y Programas de AMIMUNDO
Premiación para niños y jóvenes entre 10 y 20 años en el "Programa Virtual de Prevención del delito y otros vicios" (PCPC)
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Próxima premiación, domingo 30 de junio, 2024
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Fragmento de urbanidad
Fragmento de urbanidad
Para Crecer
TEMA
PCP- 3

Lee y Reflexiona:
"Si hacemos el bien por interés, seremos astutos; pero nunca buenos".
Marco Tulio Cicerón (106 AC-43 AC)
Escritor, orador y político romano.

 TEMA
"Comparte tus golosinas con amigos. Comparte tus juegos con ellos"
La practica frecuente de esta actividad genere confianza y seguridad en uno mismo, capacidad de crear grupos de afecto, solidaridad, empatía, espiritu de servicio, largueza, humildad, compasión)



En la medida de lo posible, cuando estés en compañía de una o más personas, compra dulces, sodas, jugos, golosinas en general y compártelas con los demás. Hazlo diariamente o con la frecuencia que puedas. Si no tienes dinero suficiente, hazlo cuando estés con una sola persona. Si estás acostumbrado a compartir con tus familiares y allegados, ¿Te sientes bien? Seguro que sí. Es una bonita sensación.

Lee y reflexiona:
Audacia
Ser audaz es exhibir la capacidad de ejecutar actividades que otros no las ejecutan por temor a enfrentar los riesgos que podrían suscitarse, al emprender acciones de este tipo. La Real Academia la define: "Que es capaz de emprender acciones poco comunes sin temer las dificultades o el riesgo que implican".

Fundación Amigos Del Mundo Incorporada. Amimundo.
Programa de Crecimiento Personal.
Módulo 3
Urbanidad de Manuel Carreño.
De los deberes para con nosotros mismos.
 Segunda parte.
En cuanto al deber de la propia conservación, la naturaleza misma nos indica hasta qué punto es importante cumplirlo, pues el dolor que martiriza nuestra carne y enerva nuestras fuerzas, nos sale siempre al frente al menor de nuestros excesos y extravíos.
La salud y la robustez del cuerpo son absolutamente indispensables para entregamos, en calma y con provecho, a todas las operaciones mentales que nos dan por resultado la instrucción en todos los ramos del saber humano.  Sin salud y robustez, en medio de angustias y sufrimientos, tampoco nos es dado entregarnos a contemplar los atributos divinos, a rendir al Ser Supremo los homenajes que le debemos, a corresponder a nuestros padres sus beneficios, a servir a nuestra familia y a nuestra patria, a prestar apoyo al menesteroso, a llenar, en fin, ninguno de los deberes que constituyen nuestra noble misión sobre la tierra.
A pesar de todas las contradicciones que experimentamos en este mundo, a pesar de todas las amarguras y sinsabores a que vivimos sujetos, la religión nos manda creer que la vida es un bien; y mal podríamos calificarla de otro modo, cuando además de ser el primero de los dones del Cielo, a ella está siempre unido un sentimiento innato de felicidad, que nos hace ver, en la muerte, la más grande de todas las desgracias.
Y si los dones de los hombres, si los presentes de nuestros amigos, nos vienen siempre con una condición implícita de aprecio y conservación que aceptamos gustosamente, ¿qué cuidados podrían ser excesivos en la conservación de la vida que recibimos de la misma mano de Dios como el mayor de sus beneficios? Ya se deja ver que el sentimiento de la conservación obra generalmente por sí solo en el cumplimiento de este deber; pero las pasiones lo subyugan con frecuencia, y cerrando nosotros los ojos al siniestro aspecto de la muerte, divisada siempre a lo lejos en medio de las ilusiones que nacen de nuestros extravíos, comprometemos estérilmente nuestra salud y nuestra existencia, obrando así contra todos los principios morales y sociales, y contra todos los deberes para cuyo cumplimiento estamos en la necesidad imperiosa de conservarnos.
La salud del cuerpo sirve también de base a la salud del alma; y es un impío el que se entrega a los placeres deshonestos que la quebrantan y destruyen, o a los peligros de que no ha de derivar ningún provecho para la gloria de Dios ni para el bien de sus semejantes.
En cuanto a los desgraciados que atentan contra su vida tan sólo con el fin de abandonarla, son excepciones monstruosas, hijas de la ignorancia y de la más espantosa depravación de las costumbres.
El hombre que huye de la vida por sustraerse a los rigores del infortunio, es el último y el más degradado de todos los seres: extraño a las más heroicas virtudes y por consiguiente al valor y a la resignación cristiana, tan sólo consigue horrorizar a la humanidad y cambiar los sufrimientos del mundo, que dan honor y gloria y abren las puertas de la bienaventuranza, por los sufrimientos eternos que infaliblemente prepara la justicia divina a los que así desprecian los bienes de la Providencia, sus leyes sacrosantas, sus bondadosas promesas de una vida futura, y su emplazamiento para ante aquel tribunal supremo, cuyos decretos han de cumplirse en toda la inmensidad de los siglos.
Entre las piadosas creencias populares, hijas de la caridad, aparece la de que ningún hombre puede recurrir al suicidio en la plena posesión de sus facultades intelectuales; y a la verdad, nada debe sernos más grato que el suponer que esos desgraciados no han podido medir toda la enormidad de su crimen, y el esperar que Dios haya mirado con ojos de misericordia y clemencia el hecho horrendo con que han escandalizado a los mortales. Sin embargo, rara será la vez que haya tenido otro origen más que el total abandono de las creencias y de los deberes religiosos.
Réstanos recomendar, por conclusión, el tercer deber que hemos apuntado: el de moderar nuestras pasiones. Excusado es sin duda detenernos ya a pintar con todos sus colores las desgracias y calamidades a que habrán de conducirnos nuestros malos instintos, si no tenemos la fuerza bastante para reprimirlos cuando, como hemos visto, él puede arrastrarnos aun al más horroroso de los crímenes, que es el suicidio.
En vista de lo que es necesario hacer para agradar a Dios, para ser buenos hijos y buenos ciudadanos, y para cultivar el hermoso campo de la caridad cristiana, natural es convenir en la noble tarea de dulcificar nuestro carácter, y de fundar en nuestro corazón el suave imperio de la continencia, de la mansedumbre, de la paciencia, de la tolerancia, de la resignación cristiana y de la generosa beneficencia.
La posesión de los principios religiosos y sociales, y el reconocimiento y la práctica de los deberes que de ellos se desprenden, serán siempre la ancha base de todas las virtudes y de las buenas costumbres; pero pensemos que en las contradicciones de la suerte y en las flaquezas de los hombres, encontraremos a cada paso el escollo de nuestras mejores disposiciones, y que, sin vivir armados contra los arranques de la cólera, del orgullo y del odio, jamás podremos aspirar a la perfección moral. En las injusticias de los hombres no veamos sino el reflejo de nuestras propias injusticias; en sus debilidades, el de nuestras propias debilidades; en sus miserias, el de nuestras propias miserias.
Son hombres como nosotros; y nuestra tolerancia para con ellos será la medida, no sólo de la tolerancia que encontrarán nuestras propias faltas en este mundo, sino de mayores y más sólidas recompensas que están ofrecidas a todos nuestros sufrimientos y sacrificios en el seno de la vida perdurable. El hombre instruido conocerá a Dios, se conocerá a sí mismo, y conocerá a los demás hombres: el que cuide de su salud y de su existencia, vivirá para Dios, para sí mismo y para sus semejantes: el que refrene sus pasiones comprenderá a Dios, labrará su propia tranquilidad y su propia dicha, y contribuirá a la tranquilidad y a la dicha de los demás. He aquí, pues, compendiados en estos tres deberes todos los deberes.

Lee y Reflexiona.
"El honor consiste en hacer hermoso aquello que uno está obligado a realizar".
Alfred Víctor de Vigny (1797-1863)
Escritor francés.

PARA CRECER
 "Entiende que tu honor es más importante que todo"
Genera la confianza y seguridad en uno mismo, empatía, asertividad, sociabilidad, espíritu de servicio, responsabilidad, determinación, asertividad)


Una persona honorable es la que cumple con su deber. Un ciudadano honorable, cumple con el deber que tiene como ciudadano: respetar las leyes, reglamentos y normas para vivir es sociedad. Un padre y una madre honorable cumplen sus obligaciones con sus hijos: educación, alimento salud, diversiones sanas, etc. Un maestro honorable es quien cumple a cabalidad con la hermosa labor de educar y ayudar a los padres en la formación de sus hijos.
 Escoge 4 personas de tu barrio: un profesional, un comerciante, un religioso, un obrero o empleado público y pregúntales:
 ¿Qué es una persona honorable?
 ¿Por qué es importante tener honor?
 ¿Es usted honorable?
 ¿Por qué?
 ¿Qué debo hacer para ser honorable?
 El Honor es un valor humano.


Eladio Uribe, escritor dominicano

Reflexiona:
Con relación al honor, Eladio Uribe afirma que:
“A esos héroes anónimos, a aquellos hombres y mujeres que cedieron su libertad para sacar adelante sus hijos y sobrinos. A los que aún sin alfabetizarse se hicieron adultos sin vivir la juventud y fueron grandes emprendedores.
A los incontables que aprendieron a moverse entre ratas para cruzar la meta y nunca mancharon su honra.
A los que no aparecen en la prensa y, sin embargo, viven cada día construyendo obras o haciendo labores dignas de primeras planas.
A los que entre la burla y la ignorancia son capaces de imponer sus sueños y demostrar la importancia de la perseverancia.
A los que no maltratan a los de su sexo opuesto ni se dejan maltratar. A esos hombres y mujeres, esta reflexión con motivo del 16 aniversario de la muerte de la mujer que me crió y me enseñó a vivir: Luz María Suero Piñeyro”. Eladio Uribe (Fragmento de su obra "Reflexión, Reacción, Acción)

Fundación Amigos Del Mundo Incorporada. Amimundo.
Programa de Crecimiento Personal.
Módulo 3
Urbanidad de Manuel Carreño.
PRINCIPIOS GENERALES
1 — Llámese urbanidad al conjunto de reglas que tenemos que observar para comunicar dignidad, decoro y elegancia a nuestras acciones y palabras, y para manifestar a los demás la benevolencia, atención y respeto que les son debidos.
2 — La urbanidad es una emanación de los deberes morales, y como tal, sus prescripciones tienden todas a la conservación del orden y de la buena armonía que deben reinar entre los hombres, y a estrechar los lazos que los unen, por medio de impresiones agradables que produzcan los unos sobre los otros.
3__ Las reglas de la urbanidad no se encuentran ni pueden encontrarse en los códigos de las naciones; y sin embargo, no podría conservarse ninguna sociedad en que estas reglas fuesen absolutamente desconocidas. Ellas nos enseñan a ser, metódicos y exactos en el cumplimiento de nuestros deberes sociales; y a dirigir nuestra conducta de manera que a nadie causemos mortificación o disgusto; a tolerar los caprichos y debilidades de los hombres; a ser atentos, afables y complacientes, sacrificando, cada vez que sea necesario y posible, nuestros gustos y comodidades a los ajenos gustos y comodidades; a tener limpieza y compostura en nuestras personas, para fomentar nuestra propia estimación y merecer la de los demás; y a adquirir, en suma, aquel tacto fino y delicado que nos hace capaces de apreciar en sociedad todas las circunstancias y proceder con arreglo a lo que cada una exige.
 
4 — Es claro pues que, sin la observancia de estas reglas, más o menos perfectas, según el grado de civilización de cada país, los hombres no podrían inspirarse ninguna especie de amor ni estimación; no habría medio de cultivar la sociabilidad, que es el principio de la conservación y progreso de los pueblos; y la existencia de toda sociedad bien ordenada vendría por consiguiente a ser de todo punto imposible.
5 — Por medio de un atento estudio de las reglas de la urbanidad, y por el contacto con las personas cultas y bien educadas, llegamos a adquirir lo que especialmente se llama buenas maneras o buenos modales, lo cual no es otra cosa que la decencia, moderación y oportunidad en nuestras acciones y palabras, y aquella delicadeza y gallardía que aparecen en todos nuestros movimientos exteriores, revelando la suavidad de las costumbres y la cultura del entendimiento.
6 — La etiqueta es una parte esencialísima de la urbanidad. Dase este nombre al ceremonial de los usos, estilos y costumbres que se observan en las reuniones de carácter elevado y serio, y en aquellos actos cuya solemnidad excluye absolutamente todos los grados de la familiaridad y la confianza.
7 — Por extensión se considera igualmente la etiqueta, como el conjunto de cumplidos y ceremonias que debemos emplear con todas las personas, en todas las situaciones de la vida. Esta especie de etiqueta comunica al trato en general, aun en medio de la más íntima confianza, cierto grado de circunspección que no excluye la pasión del alma ni los actos más afectuosos del corazón, pero que tampoco admite aquella familiaridad sin reserva y sin freno que relaja los resortes de la estimación y del respeto, base indispensable de todas las relaciones sociales.
8— De lo dicho se deduce que las reglas generales de la etiqueta deben observarse en todas las cuatro secciones en que están divididas nuestras relaciones sociales, a saber: la familia o el círculo doméstico; las personas extrañas de confianza; las personas con quienes tenemos poca confianza; y aquellas con quienes no tenemos ninguna.
9 — Sólo la etiqueta, propiamente dicha, admite la elevada gravedad en acciones y palabras, bien que siempre acompañada de la gracia y gentileza que son, en todos los casos, el esmalte de la educación. En cuanto a las ceremonias, la naturalidad y la sencillez van mezclándose gradualmente en nuestros actos, hasta llegar a la plenitud del dominio qué deben ejercer en el seno de nuestra propia familia.
10 — Si bien la mal entendida confianza destruye, como ya hemos dicho, la estimación y el respeto que deben presidir todas nuestras relaciones sociales, la falta de una discreta naturalidad puede convertir las ceremonias de la etiqueta, eminentemente conservadoras de estas relaciones, en una ridícula afectación que a su vez destruye la misma armonía que están llamadas a conservar.


Fragmento de urbanidad


Fragmento de urbanidad
ACTIVIDADES PERSONALES
(La prática frecuente de esta actividad genera para siempre la confianza y seguridad en uno mismo, la estima personal).

Es obligatorio escoger, por lo menos, una de estas acciones. Son actividades que se prolongarán en el tiempo. Serán las mismas durante los siguientes 10 módulos.
1.- Enseñar a leer a un analfabeto.
2.- Criar animales para luego alimentarte tú y los tuyos.
3.- Sembrar árboles frutales. Cuídalos hasta que tengan el desarrollo suficiente.
4.- Siembra y Cultiva productos hidropónicos.

 ACTIVIDADES GRUPALES
(La práctica frecuente de estas actividades genera para siempre la confianza y seguridad en uno mismo, la estima personal, la capacidad de crear grupos de afecto y demostrar creatividad y accionar en el mundo que te rodea, así como la conciencia de individualidad, el espíritu de servicio, la solidaridad, descubrir los tesoros de la naturaleza para provecho propio y de los demás)

Es obligatorio escoger, por lo menos, una de estas actividades. Los padres escogerán el mejor lugar en donde sus hijos o alumnos las ejecutarán:

-deportes,
-reforestación,
-actividades culturales,
-artesanía,
-excursiones,
-cursos técnicos.

 URBANIDAD
Es deseable reunirse, todos los que conviven bajo el mismo techo, con el objeto de leer y comentar un párrafo de Urbanidad. Sería provechoso que tus padres descarguen o compren, el "Manual De Urbanidad” de Manuel Carreño.

Fundación Amigos Del Mundo Incorporada. Amimundo.
Programa de Crecimiento Personal.
Módulo 3
Urbanidad de Manuel Carreño.
Urbanidad de Manuel Carreño. Continuación
11 — Nada hay más repugnante que la exageración de la etiqueta, cuando debemos entregarnos a la más cordial efusión de nuestros sentimientos; y por otra parte, esta exageración viene a ser, según ya lo veremos, una regla de conducta para los casos en que nos importa cortar una relación. Claro es que no podemos acostumbrarnos a ella, sin alejar también de nosotros a las personas que tienen derecho a nuestra amistad.
12 — Pero es tal el atractivo de la cortesía, y son tantas las conveniencias que de ella resultan a la sociedad, que nos sentimos siempre más dispuestos a tolerar la fatigante conducta del hombre excesivamente ceremonioso, que los desmanes del hombre incivil, y las indiscreciones y desaciertos, por ignorancia, nos fastidia a cada paso con actos de extemporánea y ridícula familiaridad.
13 — Grande debe ser nuestro cuidado en limitarnos a usar, en cada uno de los grados de la amistad, de la suma de confianza que racionalmente admite. Con excepción del círculo de la familia en que nacimos y nos hemos formado, todas nuestras relaciones deben comenzar bajo la atmósfera de la más severa etiqueta; y para que ésta pueda llegar a convertirse en familiaridad, se necesita el transcurso del tiempo, y la conformidad de caracteres, cualidades e inclinaciones. Todo exceso de confianza es abusivo y propio de almas vulgares, y nada contribuye más eficazmente a relajar y aun a romper los lazos de la amistad, por más que ésta haya nacido y pudiera consolidarse, bajo los auspicios de una fuerte y recíproca simpatía.
14 — Las leyes de la urbanidad, en cuanto se refieren a la dignidad y decoro personal y a las atenciones que debemos tributar a los demás, rigen en todos los tiempos y en todos los países civilizados de la tierra. Mas aquellas que forman el ceremonial de la etiqueta, propiamente dicha, ofrecen gran variedad, según lo que está admitido en cada pueblo para comunicar gravedad y tono a los diversos actos de la vida social. Las primeras, como emanadas directamente de los principios morales, tienen un carácter fundamental e inmutable; las últimas no alteran en nada el deber que tenemos de ser bondadosos y complacientes, y pueden por lo tanto estar, como están en efecto, sujetas a la índole, a las inclinaciones y aun a los caprichos de cada pueblo.
15 — Sin embargo, la proporción que en los actos de pura etiqueta puede reconocerse a un principio de afecto o benevolencia, y que de ellos resulta a la persona con quien se ejercen alguna comodidad o placer, o el ahorro de una molestia cualquiera, estos actos son más universales y admiten menos variedad.
16 _ La multitud de cumplidos que hacemos a cada paso, aun a las personas de nuestra más íntima confianza, con los cuales no les proporcionamos ninguna ventaja de importancia, y de cuya omisión no se les seguiría ninguna incomodidad notable, son otras tantas ceremonias de la etiqueta, usadas entre las personas cultas y civilizadas de todos los países.
17 — Es una regla importante de urbanidad el someternos, estrictamente, a los usos de etiqueta que encontremos establecidos en los diferentes pueblos que visitemos, y aun en los diferentes círculos de un mismo pueblo donde se observen prácticas que le sean peculiares.
18 — El imperio de la moda, a que debemos someternos, en cuanto no se aparte de la moral y de las buenas costumbres, influye también en los usos y ceremonias pertenecientes a la etiqueta propiamente dicha, haciendo variar a veces en un mismo país la manera de proceder en ciertos actos y situaciones sociales. Debemos, por tanto, adaptar en este punto nuestra conducta a lo que sucesivamente se fuere admitiendo en la sociedad en que vivimos, de la misma manera que tenemos que adaptarnos a lo que hallemos establecido en los diversos países en que nos encontremos.
19 — Siempre que en sociedad ignoremos la manera de proceder en casos dados, sigamos el ejemplo de las personas más cultas que en ella se encuentren; y cuando esto no nos sea posible, por falta de oportunidad o por cualquier otro inconveniente, decidámonos por la conducta más seria y circunspecta; procurando al mismo tiempo, ya que no hemos de obrar con seguridad del acierto, llamar lo menos posible la atención de los demás.
20 — Las circunstancias generales de lugar y de tiempo; la índole y el objeto de las diversas reuniones sociales; la edad, el sexo, el estado y el carácter público de las personas; y, por último, el respeto que nos debemos a nosotros mismos, exigen de nosotros muchos miramientos si al obrar no proporcionamos a los demás ningún bien, ni les evitamos ninguna mortificación.
  Para Tu Conocimiento:
(Desarrolla la confianza y seguridad en uno mismo, la capacidad de accionar en el mundo que le rodea y la conciencia de individualidad)

  Si   tienes 18 o más, si estás asistiendo al curso terminal de la educación media,   si estás cursando educación superior o eres graduado en cualquier carrera,   sustituye las sugerencias de más abajo por una sola:
Escribe una poesía o un cuento.
(Puedes entretenerte resolviendo esa tareita con tus hijos, sobrinos o hnermanitos pequeños)

I
Mateméticas
Resuelve estas   operaciones.
Convierte a fracciones a decimales:
½
¼
¾
2/5
Convierte decimales a fracciones
0.25
0.5
0.75
0.20
0.10
0.01
0.125

II
  Calcula:
Calcula el por ciento:
20% de 586
10% de 1,245
5% de 12,548
15% de 45,369
35% de 20,589
76% de 89,657
Resuelve sin usar lápiz ni calculadora:
23 X 1,000=
25 X 8=
800 X 3=
720÷80=
5,600÷70=

         III
  Busca sinónimos:
      Escrupuloso
   Suave
  Largueza
aprender
  Hogar

IV
  ¿Qué   es la flora?

V
¿Qué es una Molécula?

VI
¿Menciona 5 héroes de las luchas independentistas   de tu país?

     
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Módulo 3
Urbanidad de Manuel Carreño.
Urbanidad de Manuel Carreño. Continuación
21 — Estos miramientos, aunque no están precisamente fundados en la benevolencia, si lo están en la misma naturaleza, la cual nos hace siempre ver con repugnancia lo que no es bello, lo que no es agradable, lo que es ajeno a las circunstancias, y en suma, lo que, de alguna manera, se aparta de la propiedad y el decoro; y por cuanto los hombres están tácitamente convenidos en guardarlos, nosotros los llamaremos convencionalismos sociales.
22 — Es muy importante que cada individuo sepa tomar en sociedad el sitio que le corresponda por su edad, investidura, sexo, etc. Se evitarían muchas situaciones ridículas si los jóvenes fueran jóvenes sin afectación y los viejos mantuvieran en sus actos cierta prudente dignidad que es siempre motivo de respeto y no de burla.
23 — A poco que se medite, se comprenderá que los convencionalismos sociales que nos enseñan a armonizar con las prácticas y modas reinantes, y a hacer que nuestra conducta sea siempre la más propia de las circunstancias que nos rodean, son muchas veces el fundamento de los deberes de la misma civilidad y de la etiqueta.
24 — El hábito de respetar los convencionalismos sociales contribuye también a formar en nosotros el tacto social, el cual consiste en aquella delicada mesura que empleamos en todas nuestras acciones y palabras, para evitar hasta las más leves faltas de dignidad y decoro, complacer siempre a todos y no desagradar jamás a nadie.
25 — Las atenciones y miramientos que debemos a los demás no pueden usarse de una manera igual con todas las personas indistintamente. La urbanidad estima en mucho las categorías establecidas por la naturaleza, la sociedad y el mismo Dios: así es que obliga a dar preferencia a unas personas sobre otras, según es su edad, el predicamento de que gozan, el rango que ocupan, la autoridad que ejercen y el carácter de que están investidas.
26 — Según esto, los padres y los hijos, los obispos y los demás sacerdotes, los magistrados y los particulares, los ancianos y los jóvenes, las señoras y las señoritas, la mujer y el hombre, el jefe y el subalterno, y en general, todas las personas entre las cuales existen desigualdades legítimas y racionales, exigen de nosotros actos diversos de civilidad y etiqueta que indicaremos más adelante, basados todos en dictados de la justicia y de la sana razón, y en las prácticas que rigen entre gentes cultas y bien educadas.
27 — Hay ciertas personas para con las cuales nuestras atenciones deben ser más exquisitas que para con el resto de la sociedad, y son los hombres virtuosos que han caído en desgracia. Su triste suerte reclama de nosotros no sólo el ejercicio de la beneficencia, sino un constante cuidado en complacerlos, y en manifestarles, con actos bien marcados de civilidad, que sus virtudes suplen en ellos las deficiencias de la fortuna, y que no los creemos por lo tanto indignos de nuestra consideración y nuestro respeto.
28 — Pero cuidemos de que una afectada exageración en las formas no vaya a producir un efecto contrario al que realmente nos proponemos. El hombre que ha gozado de una buena posición social se hace más impresionable, y su sensibilidad y su amor propio se despiertan con más fuerza, a medida que se encuentra más deprimida bajo el peso del infortunio; y en esta situación no le son menos dolorosas las muestras de una conmiseración mal encubierta por actos de cortesía sin naturalidad ni oportunidad, que los desdenes del desprecio o de la indiferencia, con que el corazón humano suele manchar, en tales casos, sus nobles atributos.
29 — La civilidad presta encantos a la virtud misma; y haciéndola de este modo agradable y comunicativa, le conquista partidarios e imitadores en bien de la moral y de las buenas costumbres. La virtud agreste y despojada de los atractivos de una fina educación, no podría brillar ni aun en medio de la vida austera y contemplativa de los monasterios, donde seres consagrados a Dios necesitan también de guardarse entre sí aquellos miramientos y atenciones que fomentan el espíritu de paz, de orden y de benevolencia que deben presidirlas.
30 — La civilidad presta igualmente sus encantos a la sabiduría.  Un hombre, profundamente instruido, en las ciencias divinas y humanas, pero que al mismo tiempo desconociese los medios de agradar en sociedad, sería como esos cuerpos celestes que no brillan a nuestra vista por girar en lo más encumbrado del espacio; y su saber no alcanzará nunca a cautivar nuestra imaginación, ni atraerla aquellas atenciones que sólo nos sentimos dispuestos a tributar a los hombres, en cambio de las que de ellos recibimos.
Barahona, República Dominicana



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